Doctor Cariño:
Tengo un dolor de cabeza de aquellos. No he parado de beber en tres semanas. Estoy convertido en un alcohólico, porque ella me dejó por mi jefe.
Así de simple. Nos íbamos a casar, él me había subido de cargo y aumentado el sueldo, pero después me morí en medio de toda mi felicidad.
Volví a trabajar un día como las diez de la noche, porque no quise dejar nada pendiente. Y cuando entré vi a mi novia, a mi mujer, a mi prometida haciéndolo como condenada en un escritorio.
No voy a dar detalles, porque me acuerdo y lloro. Renuncié, él lloró, ella lloró, me dicen que todo fue una locura: mi novia quiere volver conmigo y él, el fresco, dice que ama a su esposa.
No sé qué hacer, porque la situación es terrible y no tengo respuesta de nadie cercano.
Rodrigo
Rorro:
La situación vivida por usted es como para agarrar sus cosas y partir al África, bien lejitos de acá.
Pero no, acá hay un hombre que debe enfrentar la vida con valentía y dignidad.
Primero, sáquele la máscara al parcito ese por andar jugando en otras canchas y, más encima, son tan asquerosos que se arrepintieron.
Por una parte el perla quiere ser feliz con su familia, y ella quiere volver con el cornudo. Cero posibilidad para ambos por ahora.
Cuéntele a la señora de su jefe que él mismo lo engañó a usted y a ella. Y a su novia que se vaya a freír orangutanes lejos.
A los dos déjelos en vergüenza. Dele tiempo al tiempo si regresa con su polola.
El ámbito laboral es su preocupación en estos tiempos. Si encuentra algo luego, huya de ahí. Arranque. De lo contrario se volverá loco.
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