Doctor:
Le recontrajuro que amo a mi señora por sobre todas las cosas y que nunca me había pasado algo así. Esta semana me quedé viudo de verano y les acepté a unos colegas una invitación a ir por una chelita después de la pega. Partimos a un famoso boulevard lleno de bares, y con buena o mala suerte rematamos en uno donde todas las garzonas eran venezolanas.
Le insisto en que yo nunca había mirado para el lado, pero donde me vi soltero al peo le metí conversa a un angelito precioso que hace un mes llegó de Caracas. Es sicóloga, pero como Maduro tiene la escoba arrancó a Chile, donde no le quedó otra que garzonear.
Hallé que la vida era muy injusta, y con tres piscolas me saqué el anillo y le ofrecí el cielo y el mar. Me dijo que me llamaría, pero ahora estoy con pañales. Ayuda.
Pancho
Mi libertador bolivariano:
Por esas cosas de la vida, el otro día tomé un Uber y el chofer era un llanero con la mano tan grande, que si hubiera sido proctólogo me bajaba de una.
El pique fue largo, así que el hermano se soltó, sólo la lengua y menos menos mal que no el cinturón, y me dijo que en Chile lo hemos tratado la raja, pero mejor les va a sus coterráneas, porque mujeres más lindas que las venezolanas no hay y el chileno, que es macabeo por ADN, es presa fácil para diosas que les encanta que las mimen.
Por eso comprendo que se le cayera la baba, pero entienda que usted a lo más será una manguera que llenará una piscina ajena, porque la llanera tarde o temprano volverá al jardín chavista. No meta la cabeza al guáter, sobre todo si dice estar tan enamorado. Y póngase el anillo al tiro, su jetón, antes que no le entre de nuevo.
Tus consultas y dramas de tipo amoroso pueden aparecer en la Ventanita Sentimental si las mandas a doctorcarino@lacuarta.com